Situando lo esencial de la Revelación en la certeza del amor del Creador a todos los hombres, el autor muestra cómo es precisamente el reconocimiento confiado de ese amor lo que fundamenta la fe. De ahí la paradoja de esa misma fe, que es certeza, porque ha descubierto el amor divino plenamente manifestado en Jesucristo, pero que es también oscuridad, porque nunca lo conoce del todo.