¿Es auténtico un amor conyugal que no esté abierto a la vida? ¿Se quiere decir lo mismo con la expresión «familia numerosa» que con la de «familia generosa»? ¿Se podría calificar como responsable una forma de proceder que se limitara a dejar que la naturaleza biológica «decidiera» por sí sola? ¿Cuándo es moralmente lícito el uso de la técnica en la transmisión de la vida? ¿Por qué el amor debe determinar siempre la función de los padres/madres en el cuidado y la educación de los hijos? El libro busca dar respuesta a estas y a otras cuestiones relacionadas con la procreación como bien del matrimonio. Y sobre todo, recordar «a los padres y madres de familia su misión como un honor y una responsabilidad, pues son cooperadores del Señor en la llamada a la existencia de una nueva persona humana, hecha a imagen y semejanza de Dios, redimida y destinada, en Cristo, a una vida de eterna felicidad. Se quiere así secundar al Papa Francisco cuando dice: «Propongamos a todos, con respeto y valentía, la belleza del matrimonio y de la familia iluminados por el Evangelio» (25.X.2013). Y los hijos son, en efecto, «el don más excelente del matrimonio» (GS, 50).