Siempre hubo escritos filosóficos, como los aristotélicos, que preguntaban sobre la esencia y las propiedades de las acciones humanas, así como por sus intenciones y fines. Bastaría recordar también la distinción kantiana entre «obrar técnico» y obrar «moral»; o la más contemporánea teoría de la «acción comunicativa» de Habermas. Lo que en inglés se denomina «Action theory» y en alemán «Handlungstheorie» se ocupa de esos problemas relativos al obrar humano. El presente trabajo se centra fenomenológicamente en cuestiones psicológicas, no morales, tal como se reflejan en las obras del Aquinate, comentadas por algunos maestros del Siglo de Oro, como Martínez o Araújo, y especialmente por Poinsot. Allí se hace pivotar la acción en la voluntad misma. Es ésta la facultad que mueve a las demás –alentándolas o refrenándolas– para conseguir sus objetivos. Esa voluntad tiene su principio en el sujeto. Si este sujeto se pierde, también pierde su principio –su arkhé– la acción misma. El resultado de esa deconstrucción es la anarquía (an-arkhía, sin-principio). El núcleo trascendental de la voluntad se tensa, fundada en su principio o sujeto, hacia sus propios actos libres. Este es el núcleo de la «teoría de la acción» en Tomás de Aquino. Y el autor pretende hacer una arqueología de la acción humana deliberada.