En 1899, el Ejército de los Estados Unidos ocupó Cuba, situación derivada de su victoria contra España y del Tratado de París de 1898. Con el traspaso de la soberanía, los norteamericanos asumieron el control de la Isla y sentaron las bases de la futura república cubana. Esta investigación aborda uno de los temas menos conocidos de aquel periodo: los vínculos entre la política y la religión, tanto católica como protestante. En ese breve espacio de tiempo, se produjeron intensos debates sobre la libertad religiosa, la influencia de la masonería en la nueva Constitución o las relaciones entre la Iglesia y el Estado. En 1902, los cubanos afrontaron el reto de construir una república independiente «con todos y para el bien de todos», según palabras de José Martí. Para entonces, tres jefes militares de España y de los Estados Unidos habían gobernado el país, cuatro obispos habían ocupado las dos sedes episcopales y una docena de iglesias reformadas se habían establecido en la Isla. La religión y la política cruzaban sus caminos sentando las bases de una relación que, aún hoy, influye decisivamente en el futuro de Cuba.