Nacidas y multiplicadas, en las ciudades, las comunidades cristianas de los tres primeros siglos, para un mejor conocimiento de su composición existencial, parece ineludible tomar en consideración las estructuras determinantes de la ciudadanía y los otros núcleos sociales que proporcionaban a los residentes una cercanía permanente, por afinidad en las actividades de producción y de comercio, o por compartir una misma lengua y una misma tradición cultural. Tal pretensión ha movido a realizar esta monografía, cuya principal conclusión es que, en la composición de las primeras comunidades cristianas, tuvieron una mayor influencia las referidas afinidades que la simple cercanía territorial.