Hay realidades que emplazan unas artes. Otras, las demás. Lo misterioso y lo sublime las convocan todas. El espacio sagrado y museístico son considerados unos de los ámbitos más adecuados para la contemplación de esas realidades, para la admiración y el asombro y, sin duda, para la explosión emocional que provocan. En ambos espacios, aún gozando de diferentes densidades, órdenes y jerarquías, tiene lugar una transfiguración de la realidad visible en su autenticidad. En ellos se puede experimentar un tipo de presencia que, a menudo, sólo puede ser revelada en su representación.