La ansiedad típica de la adolescencia, originada por los fuertes y bruscos cambios físicos y psíquicos de esa etapa del desarrollo, puede reducirse si tienen algunas expectativas en la infancia. En otras palabras, revelar al niño lo que probablemente le sucederá a partir de los 11 o 12 años servirá para que no todo sea sorprendente y desconcertante para él. No se trata de «profetizar» ni de adivinar el futuro de cada niño, sino de darle a conocer algunos rasgos típicos de la adolescencia, por qué se producen y qué sentido tienen para el desarrollo psicofísico y la maduración de la personalidad. Es algo similar a la movilidad progresiva del niño pequeño: es preciso andar a gatas como primer paso para después caminar.