Ciertamente, resultaría una obviedad afirmar que los occidentales debemos mucho de lo que somos al fecundo hechizo de la cultura griega. De todas formas, en honor a la verdad y al rigor históricos, no deberíamos olvidarnos de la cultura sumeria, la egipcia y, sin duda, de la cultura judía y romana. Excepción hecha del teatro, la filosofía, la tragedia, la democracia y las ciencias, los griegos no crearon la religión ni la agricultura ni la escritura ni la economía. Tampoco les debemos a ellos los primeros códigos legales ni la arquitectura, el arte o la belleza, las bibliotecas o la educación. No fueron los griegos quienes descubrieron la medicina, el canon, las matemáticas, la geometría, ni siquiera las ciudades. No obstante, consiguieron redimensionar el alcance de muchas de esas actividades [artes], conquistando un estatuto sistemático, científico, intelectual y universal para casi todas ellas mediante el nous y la physis. A través de estos conceptos llevaron a cabo una comprensión novedosa de la realidad por medio de principios racionales. A ellos debemos la superación de la incertidumbre y lo cambiante tras el hallazgo de lo permanente y lo estable, vale decir: de la creación de modelos lógicos, ideales y eternos subyacentes a la realidad. Con todo, aquí solo vamos a tratar algunos de los haceres y decires básicamente griegos y, en alguna medida romanos, relacionados con conceptos y términos que se hallen vinculados a la belleza y al arte en general.