Para Leibniz era “el incomparable Fénelon”; para la posteridad, católicos y protestantes, ilustrados y románticos, revolucionarios y contrarrevolucionarios, una figura luminosa. Su controversia con Bossuet, que se halla en el centro de este libro, devendría cause célèbre para la Europa culta, además de asunto de Estado merced a la intervención de Luis XIV. Se trataba de la cuestión de si el amor a Dios, al prójimo, al bien común, podrían y deberían comprenderse como función del amor propio (amor propio ilustrado, sublimado) o no.