Bajo el efecto del espíritu de los negocios, de una inflamada idea de democracia, y de un falso convencimiento sobre el progreso, la educación superior se inclina decididamente hacia lo utilitario, se ve arrastrada hacia una creciente especialización y se concentra sobremanera en el acopio de datos. En tales circunstancias, la enseñanza universitaria no solo fracasa en proporcionar una comprensión general de los asuntos humanos y de los fenómenos que acontecen en el mundo; también fracasa en el avance del conocimiento y en la búsqueda de la verdad. Para cumplir con estos fines, la universidad debería dedicarse al cultivo del intelecto, nutrirse de los saberes que la tradición, y estar regida por una ciencia que acometa el Todo del hombre y del mundo desde los primeros principios. Partiendo de esta idea, en La Educación Superior en América (1936), Robert M. Hutchins ofrece una presentación general del plan del entonces President de la Universidad de Chicago para reformar la educación superior.