La autora nos acompaña en el camino de repensar el papel de una comunicación hecha para generar relaciones. Algunos pasajes me llamaron especialmente la atención. El primero se refiere al sentido del límite en una época que presume su inexistencia; como si la tecnología legitimara todo lo que está más allá. Una gran tentación. Una falsa verdad. El segundo se refiere al falso dilema entre identidad y alteridad. Como si realmente tuviéramos que, para ser nosotros mismos, negar a los demás, y no exactamente lo contrario: redescubrirnos reflejándonos en el otro. El tercero se refiere a la importancia de las palabras, al uso que hacemos de ellas distorsionando su significado y convirtiendo así la comunicación en malentendido, la memoria en olvido. Pero el verdadero centro de este ensayo reside en la refutación del paradigma tecnocrático como fórmula de felicidad, y en la crítica a la teoría económica que reduce toda relación a una transac- ción, todo encuentro a la medición de la capacidad recíproca de consumo, todo diálogo a un monólogo, todo silencio a un vacío en lugar de a una plenitud, todo tiempo dedicado a la escucha a un tiempo perdido en lugar de ganado, todo diálogo a un riesgo a evitar. Paolo Ruffini