La educación ha suscitado siempre un gran interés, tanto teórico como práctico, desde los inicios de la cultura. De ella depende la transmisión y supervivencia de cada civilización. Pero acaso en la actualidad ese interés sea, o debiera ser, máximo. Los veloces cambios sociales y morales, inéditos en la historia, suponen sin duda un desafío para la educación. Tal celeridad a menudo atropella el tempo que toda asimilación educativa requiere; e inevitablemente dirige la mirada casi sólo hacia el futuro, con lo que la forma hacia la que se quiere guiar (educare) o que se pretende extraer (educere) no se la quiere tomar del pasado, y cuando es forjada en cada presente apenas nace ya muerta. El resultado evidente es la abundancia de medios o métodos educativos para sobrevivir y manejarse en un mundo fluido y, en cambio, una más o menos consciente pobreza de fines auténticamente tales. En este contexto, estos cuatro escritos de Hildebrand (sobre el respeto, la autoridad, la influencia y la propia pedagogía) resultan cruciales y muy oportunos.