Se puede objetar que Polo, aun siendo todavía y en buena medida desconocido incluso en su propia casa, es un pensador que destaca sobre todo en antropología, metafísica y teoría del conocimiento, pero no en ética. Entonces, ¿por qué tomarlo como guía en ética, si esta no es una de sus fortalezas? Porque, sin una radical antropología y sin una fundamental metafísica, la ética resultante es endeble. Para dar cuenta de esta afirmación, tal vez baste la lectura de este libro, porque basta mirar la proliferación de concepciones éticas que se presentan para advertir su carácter fragmentario, deudor de la visión reduccionista de los elementos que integran la acción humana, con la consiguiente abstracción incompleta que ignora ese centro de unidad que es la persona (Polo, L., Escritos menores, II, 220).