A pesar de sufrir personalmente las consecuencias del odio en su país, Václav Havel se aproxima a él como intelectual y como observador inquieto, examinando el deseo de absoluto que esconde esta pasión como odio personal y también como odio colectivo. En el segundo capítulo trata sobre la política y la conciencia, reflexionando sobre los fundamentos espirituales de la civilización moderna, y las causas de su crisis.
La crítica ha dicho:
«Estas líneas del político checo invitan a una reflexión. Son una ocasión de volver sobre lo que vemos un día y otro porque merece la pena, de vez en cuando, profundizar en los temas importantes. »
Ángel Cabrero Ugarte, El Club del Lector