La ambición no es algo malo. Es urgente que recuperemos el deseo de grandeza y el entusiasmo por seguir adelante. Porque Dios es ambicioso con cada uno de nosotros, y nos enseña también a serlo.
La ambición tiene bastante mala prensa entre los católicos. Algunos la consideran una búsqueda del ego y la vanagloria, y reducen su sentido a la simple ambición mundana. Pero se puede lograr otro punto de vista más pleno si tratamos de considerarla desde Dios.
Nuestra época se define a veces como la era del vacío, del desencanto, de la pérdida de valores. Se hace cada día más urgente que recuperemos el deseo de grandeza, la confianza en la vida y el entusiasmo por seguir adelante. Porque Dios es ambicioso con cada uno de nosotros, y nos enseña también a serlo. Este libro se propone mostrar por qué y cómo cooperar humildemente con la inmensa ambición de Dios hacia nosotros.