Una invitación a encontrar en Dios la fuerza para ser pacientes mediante la fe, la esperanza y el amor. ¡Qué fácil es perder la paciencia! ¿Quién no estaría de acuerdo? Sin embargo, habría que preguntarse si quien dice que perdió la paciencia, más bien carecía de ella: porque se desespera ante los problemas que tardan en resolverse, se enfada ante su impotencia para encontrar una solución o se desanima ante sus errores. El autor invita a encontrar en Dios la fuerza para ser pacientes mediante la fe, la esperanza y el amor.