Cuéntame cuando sí anidé en una tripa y sí nací busca, mediante el lenguaje metafórico y las ilustraciones con fondo y trasfondo marino, trasladarnos al inmenso y profundo azul obscuro de las emociones, sobre todo a ese paraje emocional donde se esconden, se arrinconan, necesidades y emociones básicas no cubiertas de afecto, calor, sosiego y seguridad. Es decir, ese alimento afectivo que todos necesitamos como bebés y como niños cuando comenzamos a asomarnos al mundo. Hemos intentado hacer explícita la sensación implícita de desconexión que vivimos cuando no se han cubierto los afectos básicos de amor y vinculación desde el nacimiento, o se han perdido en la infancia o adolescencia temprana, tal y como sucede en situaciones de abandono, adopción, renuncia, acogimiento, orfandad, etcétera. Desde lo simbólico, muestra cómo cuando los cuidadores del presente (padres adoptivos, familias de acogida...) descubren esos estados carentes infantiles, se propicia la conexión o reconexión. Ser descubiertos por el exterior y por uno mismo facilita salir a la superficie e interesarse por la vida y por los demás.