«Estas páginas no pretenden, en modo alguno, ser ni un estudio, ni siquiera un análisis teológico de la vida interior de Josemaría Escrivá en los últimos momentos de su vida en la tierra. Son, sencillamente, reflexiones muy personales que me siento urgido a hacer, en acción de gracias al Señor por haber permitido que yo pasara muchos años tan cerca de un hombre que ha vivido enteramente en las manos de Dios. No diría toda la verdad si no reconociera que en el trato personal que he vivido con Josemaría Escrivá, siempre he recibido un aliento, un empuje para abrir más mi cabeza y mi corazón a la luz de Dios. Con toda sencillez puedo afirmar que Josemaría Escrivá siempre me ha acercado a Dios, al amor de Dios hecho carne en Cristo Nuestro Señor». Con estas palabras Ernesto Juliá nos explica la intención de este libro, muy centrado en la última meditación del fundador del Opus Dei, el 27 de marzo de 1975. Según recuerdan los que estuvieron presentes, san Josemaría hablaba con especial emoción, de modo que podría ser calificada no como una meditación predicada sino como una oración dirigida directamente a Dios y pronunciada en voz alta. (del prólogo de José Luis Illanes)