Vladimir Lossky es uno de los grandes teólogos ortodoxos del siglo XX. Su condición de exiliado en París le sitúa, no solo físicamente, como posible punto de encuentro entre Oriente y Occidente. Distanciado de algunos de los teólogos rusos más relevantes de su época, marcó un rumbo nuevo que recuperaba Ia gran tradición de los Padres de la Iglesia. Criticó lo que consideraba errores tanto en Ia teología de una tradición como de otra y defendió la contemplación del misterio. Sin despreciar los puntos de conflicto, aporta al patrimonio común de la fe una visión enriquecedora siempre novedosa e integradora. La profundidad de los iconos, de los que es buen conocedor, se refleja en sus lecciones en las que el punto de partida y de llegada es la confesión de la Encarnación del Hijo de Dios. La teología es para Lossky un momento de comunión, de relación personal con la Trinidad. No es mero conocimiento sino oración, apertura y abandono ante el Dios inefable, "un vuelo sin límite" en sus propias palabras. Así entendida, la teología es mística o no es teología en absoluto.