Pocas veces en la historia han coincidido en tan corto período de tiempo una acumulación tan grande de genios religiosos como en el siglo XVI español. Ya en la época del emperador Carlos V aparecieron genios enormemente creativos como san Ignacio de Loyola o san Juan de Ávila; pero es en el reinado de Felipe II cuando fueron sobrepasados por los dos grandes genios carmelitas descalzos, santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz; y por el universal ingenio de Luis de Granada.