El presente libro ofrece el comentario formativo a una serie de películas cuyo tema común es la vida entregada, de manera voluntaria y gozosa, a Dios y al prójimo. Las siete películas que aquí se comentan no constituyen el conjunto completo de obras dedicadas a la presencia de la vida consagrada en el cine. No están todas las que son, pero sí son todas las que están, y las seleccionadas conforman una muestra suficiente para mover a la reflexión a todo aquel que se acerque a ellas. Muchas de estas películas presentan calidades desiguales; algunas gozan de la participación de actores mundialmente reconocidos, otras acusan una significativa falta de recursos humanos y económicos que hubo para su rodaje y producción. También los géneros son dispares, pues el lector se encontrará con obras que van desde el drama histórico hasta el género biográfico, pasando por el documental y la tragedia de la persecución religiosa. Sin embargo, en todas ellas late con pulso firme y constante la experiencia intensa del encuentro con Jesucristo y la luz de la salvación. " Este encuentro salvífico y luminoso, que no deja indiferente a nadie, toca fibras tan profundas del alma que empuja a cada uno de nuestros protagonistas a entregarle a Dios toda su vida, sin reservas, entonando a viva voz con santa Teresa de Jesús «qué mandáis hacer de mí». Introducidas con unas claves de lectura y culminadas con unas preguntas para el coloquio formativo, todas y cada una de las muestras cinematográficas analizadas poseen la fuerza propia del testimonio real. Sus protagonistas nos muestran algo de esa comunión con Dios a la que todos estamos llamados; una comunión que convierte lo ordinario en extraordinario, lo humano en divino, lo natural en sobrenatural, hasta llegar a la identificación con Cristo, cuerpo entregado y sangre derramada. Ellos son testigos creíbles del Evangelio y una lámpara puesta en el candelero para alumbrar a los hombres. Todas estas películas, en definitiva, conmueven, consuelan y animan al espectador a anhelar el encuentro con Dios, a desearlo verazmente y a apartar de sí todo lo que estorbe esa unión con el Amado. Esto es, sin duda, vivir la santidad.