Estamos asistiendo en el mundo y en la iglesia, entre espectadores y expectantes, a cambios profundos en el ser, pensar y actuar de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Uno de esos cambios radicales, es decir, de raíz, afecta a la propia identidad del ser humano... Ante esta situación, acogemos las orientaciones del Vaticano II cuando dice: " El gozo y la esperanza, la tristeza y la angustia de los discípulos de Cristo y no hay nada verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón" (GS, n.1).