En su reciente viaje a Baréin, el papa Francisco ha pedido que la libertad religiosa sea plena y no se limite a reconocer la libertad de culto. No basta con el respeto a las manifestaciones externas de fe, sino que ha de garantizarse la no coacción en materia religiosa, así como tener la debida consideración de la dimensión pública de la religión y, por tanto, la posibilidad de que los creyentes contribuyan a la construcción del orden social. La reclamación del derecho al ejercicio de la libertad de conciencia, a la libertad religiosa o a la libertad de culto, es un claro signo de la falta de equilibrio en las relaciones entre religión y Estado. Este libro quiere ofrecer una palabra cristiana al debate público acerca de la libertad religiosa, con argumentos que habitualmente no encuentran resonancia en el mundo mediático, para colaborar en la búsqueda del bien común, aportando luz «desde la experiencia de la fe y desde la sabiduría que hemos ido amasando a lo largo de los siglos», convencidos de que «hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades» y de que «la privación de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa deja herida a la humanidad, radicalmente empobrecida, privada de esperanza y de ideales» (Fratelli tutti, 274).