El 17 de julio de 1794, las dieciséis carmelitas de Compiègne «ofrecieron su hermoso testimonio» en la Plaza de la Nación. En su calidad de mártires, esas dieciséis monjas de clausura encarnan la vocación cristiana y el seguimiento de Cristo en toda su radicalidad y contando con todo lo grande y mezquino del corazón humano.