Nunca pensé que agradaran tanto a Jesús nuestras pobrezas, nuestras limitaciones, nuestra debilidad... Al principio pensé que el Señor nos soportaba. Hoy vivo feliz con el convencimiento de que es nuestra pobreza la que atrae su Corazón Misericordioso. El Señor no hace nada si no ve que amamos nuestra pobreza. Descubrir esto, es dar un salto gigante en la vida espiritual. Quien se siente amado en su pobreza, le brota del corazón la gratitud y... canta.