Cuando se habla del 98, la mayoría de los españoles piensa en el Desastre o en la generación del 98, olvidando que hay más «noventayochos»: fuera de España, los 98 cubano, filipino y puertorriqueño, tan dramáticos como el español; y dentro de nuestras fronteras, el 98 del regeneracionismo. En efecto, los días del Desastre fueron tiempos en los que algunos españoles -antes de que Azorín, Maeztu o Baroja hubiesen escrito obras importantes-, negándose a quedarse sólo en la queja, proponían soluciones. Período tan importante de nuestra historia que, aun sin saberlo, toda la política actual pasa a través de ese tamiz regenerador gestado entonces, y que nos ha llegado como herencia a través de generaciones de políticos que se han planteado la posibilidad y la conveniencia de mejorar las cosas, desde Joaquín Costa o Maura hasta Felipe González o Aznar. Como expresa el autor en su preámbulo, «quizá baste esto para justificar este libro».