La presente exhortación apostólica recoge el fruto de los trabajos del Sínodo de 1994. Más allá de superficiales valoraciones de funcionalidad, propias de una cultura utilitarista y tecnocrática, la asamblea sinodal reafirmó la importancia de la vida religiosa como signo concreto de entrega radical a Dios y de la caridad que anima a la Iglesia en un mundo que corre el riesgo de verse asfixiado en la confusión de lo efímero. Por eso, la Iglesia nunca podrá renunciar a la vida consagrada, porque esta vida expresa de manera elocuente su última esencia «esponsal». Estas páginas constituyen así un verdadero tratado de vida religiosa, estructurado en torno a tres ejes capitales: consagración, comunión y misión. En ellas renueva el Santo Padre las enseñanzas del Concilio Vaticano II, que han sido punto de referencia luminoso para la reflexión del Sínodo; alienta a las personas consagradas a comprometerse con nuevo ímpetu, e ilumina al Pueblo de Dios para que se haga más consciente de la necesidad que tiene la Iglesia de una vida religiosa renovada y fortalecida.