Tres figuras dominan el horizonte de la Patrística: San Agustín, Orígenes y San Ireneo. La producción del último, inmensamente inferior en cantidad a la de los dos primeros, parecía señalarle como el más indicado para ediciones, versiones y estudios de toda índole. No es así. Abundan artículos sobre puntos concretos, pero escasean estudios globales que se ex-tiendan con uniformidad sobre su dogmática. Es un autor difícil. Perdióse el texto original. Afortunadamente, sus antiguas versiones ofrecen garantías suficientes. Su magna obra -el llamado “Adversus haereses”- arranca del estudio personal de los sectarios por Ireneo. De aparente sesgo polémico, el “Adversus haereses” es tal vez la obra doctrinalmente más densa de la Antigüedad cristiana. Al socaire de anotaciones al parecer polémicas, desarrolla multitud de temas dogmáticos, de inusitada hondura y coherencia. La dificultad reside en precisar las ideologías contrastantes. La documentación gnóstica hasta hoy conocida, aunque fragmentaria, era de un tecnicismo perfecto; mas, por su extraño lenguaje mítico, no invitaba al estudio con garantías de éxito. De ahí el problema del método. Análisis antes que síntesis. Atención singular a lo teológico (cristiano), sin distraerse al sincretismo. Y primero, entre los gnósticos preireneanos que se hubiesen pronunciado sobre los artículos de la fe, o sobre calificadas perícopas de Escritura, hasta apuntar siquiera una estructura sistemática elemental. Luego vendría el análisis del propio Ireneo. Estudios sobre los gnósticos los había buenos; con base literaria indirecta, no muy copiosa, técnicamente válida, pero orientados hacia el comparatismo. Trabajos sobre San Ireneo tampoco faltaban; pero autónomos, no abiertos a las ideologías heterodoxas. La biblioteca gnóstica de Nag Hammadi ha ampliado últimamente las bases literarias, con aportaciones positivas en el campo dogmático y de exégesis escrituraria. Lo que permite definir mejor las tesis combatidas por el Santo.