En este final de siglo, en esa mirada hacia atrás propia de la historia, tenemos en cuenta los cambios de toda clase a los que se ha sometido la comunidad eclesial. Entre León XIII y Juan Pablo II encontramos, sin duda, no pocas semejanzas en la concepción del pontificado y en el gobierno de la Iglesia, pero, sin embargo, el talante y las manifestaciones eclesiales en su conjunto han cambiado tanto que necesitamos reflexionar y comprender los problemas y retos presentes a lo largo del siglo y las actitudes y actuaciones con las que han sido afrontados. Nunca antes los papas habían mandado tanto en la Iglesia como en este siglo nuestro. Las Iglesias han ido perdiendo el apoyo de los gobiernos, pero, también, su tutela. Son más libres y más autónomas. Esto ha llevado a que los papas de nuestro siglo hayan nombrado directamente a todos los obispos y a que Roma esté más presente que nunca en todas las manifestaciones de la vida eclesial diocesana. El Vaticano II ha intentado equilibrar esta situación con la doctrina de la colegialidad episcopal, con la celebración de sínodos episcopales y con el recordatorio de que la Iglesia es la comunión de Iglesias locales, pero este planteamiento encuentra fuertes resistencias y todavía se encuentra en un estadio germinal. Estas páginas intentan ofrecer una visión panorámica de la actuación pontificia, del talante de los papas y de la problemática eclesial durante el siglo XX.