Dar razón de la propia esperanza es tarea y gozo permanente de los cristianos. Especialmente en un contexto cultural en el que muchas de sus tendencias dominantes miran con indiferencia o con distancia el hecho de la fe. Esta situación provoca en numerosas ocasiones cierto complejo de inferioridad intelectual entre los creyentes. Por ello es tan importante y urgente redescubrir la dignidad de creer. Más que sentirse amenazada, es la fe la que lanza su provocación y su alternativa a lo cul-tural e ideológicamente correcto. Y ello lo ha de hacer como defensa de la dignidad de cada ser humano y de la credibilidad de Dios. Esta actitud se ha convertido para la Iglesia en España en el tema de nuestro tiempo.