La vida consagrada se siente llamada y urgida a anunciar hoy la salvación que se nos ha ofrecido en Jesucristo. Lo hace sabiéndose colaboradora del Espíritu en esta misión que es una verdadera “misión compartida” con los demás miembros del pueblo de Dios. En la comunidad cristiana hay una unidad de misión, pero diferentes carismas y ministerios. La vida consagrada ofrece a la Iglesia y a la humanidad su manera peculiar de ser y de vivir, queriendo “despertar al mundo” desde el carácter profético que es su nota más característica. Desde lo que son y lo que hacen, las personas consagradas quieren hacer visible y creíble ese Reino de Dios que se ha manifestado en la vida de Jesús. Sí, verdaderamente, las personas consagradas son, junto con tantos otros, Testigos del Evangelio.