La espiritualidad de las personas consagradas puede ser pensada y concebida como una progresiva configuración con Cristo. Así ha de serlo como proyecto para toda la vida. La obra moldeadora y transformadora que opera el Espíritu Santo en cada uno actúa de acuerdo con el propio carisma particular de la persona consagrada, respetando siempre su voluntad. Dios es así. Acoger el don del Espíritu lleva a querer vivir y configurarse con Cristo. El presente libro quiere subrayar de modo particular que la vida espiritual es responsabilidad propia de cada persona en cuanto ser único y, por tanto, portador de una misión original e insustituible para el cumplimiento de la historia de la salvación.