Hay una perspectiva fundamental en la exhortación Vita consecrata que –a modo de ver del autor– merece ser más atendida y desarrollada de lo que ha sido hasta ahora y es la perspectiva de la fi localia, del amor a la Belleza como gran razón de ser de esta forma de vida. ¿Sigue siendo la Belleza de Dios, y de su presencia en el mundo, la gran seducción que hace nacer y renacer constantemente a la vida consagrada? Si esto es así, ¿no deberíamos iniciar en este nuevo tiempo un relato nuevo de fascinación y encanto?