No está de más recordarnos que vivimos en permanente urgencia evangelizadora. Junto con la Iglesia toda, la vida consagrada mantiene muy viva esa conciencia misionera que quiere dialogar con el mundo, sabedora de que, como dice Francisco: «Nosotros no tenemos un producto que vender, sino una vida que comunicar: Dios, su vida divina, su amor misericordioso, su santidad». Este libro ofrece una buena y cualificada reflexión sobre la misión bajo múltiples aspectos y dimensiones, ahondando no sólo en el qué es lo que hemos de hacer, sino en el cómo y en el por qué hay que hacerlo.