Todo comienza en Sicilia en 1890, cuando, al terminar su mejor obra —un acordeón de diecinueve botones de marfil y tapa laqueada—, un artesano sueña con América. Junto con su hijo de once años, y sin más pertenencias que el instrumento, se embarca rumbo al abigarrado puerto de Nueva Orleans. Allí le espera un insospechado mundo hostil e implacable al que sólo sobrevivirá el acordeón. Con él asistiremos a la fundación de una ciudad en el estado de Iowa, en el seno de otra comunidad de emigrantes, esta vez alemanes. Luego pasará por las manos sucesivas de varias familias, que conocen la riqueza y la ruina en el nuevo mundo, y así, de Iowa a Texas, de Maine a Louisiana, entre africanos, polacos, noruegos, irlandeses, vascos y franco-canadienses, seguiremos sus pasos por una América ásperamente racista que se construye a sí misma, una América cuyo último vínculo con el pasado será la voz humilde y destartalada de un acordeón.