En la mejor tradición cómica, esta novela de Miguel Albero, que funciona como una colección de relatos, es un hilarante catálogo de personajes «aquejados del mal del principiante». Como se nos dice en la propia presentación, «no se trata de aquellos a los que les fue primero bien y después peor: ésos somos todos», sino de los que «apuestan por el principio, de aquellos que han concentrado su esfuerzo en el comienzo (de su vida, del día, de una obra, de un camino) y ese ímpetu inicial se convierte en la causa única de su fracaso». Publicada con seudónimo en edición no venal, el texto llamó rápidamente la atención de algún comentarista, como Juan Bonilla, para quien «el libro es una continua delicia... Casi no hay página en la que no quepan unas cuantas sonrisas, y en algunas de ellas hay espacio para más de una carcajada».
Corredores de maratón que apenas llegan al kilómetro, escritores con obras sin principios, toreros que no entran a matar, pilotos de competición paralizados en la parrilla de salida... Fermín Maroto, jubilado pero no ocioso, se lanza por el mundo a la búsqueda de personajes que han fracasado por apostar por el principio de las cosas y, en esa apuesta, han terminado cavando su propia tumba. Como no podía ser menos, la paleta es rica y variada. Fermín y su compañero de asilo, convertido en cronista y escudero, nos invitan a un recorrido por un paisaje de fracasados con causa que van conformando un desopilante «inventario de comienzos sin final feliz». Ambos irán descubriendo que «nadie está libre de sus propias teorías», y que también ellos buscan antecedentes para justificar su personal patología.