En la trayectoria de muchos poetas, hay libros que suponen la culminación de una voz, su expresión más depurada, y en los que, por el dominio de los recursos y la gravedad de los asuntos, adivinamos la entrada en la madurez de su autor. No creemos equivocarnos si afirmamos que así sucede con Camino de ronda, el tercer libro de poemas de José María Micó, que sin duda sorprenderá a los lectores que aún no conozcan a este joven pero consumado poeta.
Dividido en cinco partes claramente delimitadas con series de siete poemas, Camino de ronda nos conduce en su recorrido íntimo al redescubrimiento de una naturaleza olvidada, el paisaje rural de la infancia, la presencia de los elementos y las vivencias más despojadas y auténticas de una vida sencilla, quizá perdida, pero aquí resucitada gracias a la magia de las palabras. Si la primera parte, «El aire en las afueras», nos presenta un mundo dominado por la presencia de la luz, el agua, la tierra, el fuego, el aire y la noche, la segunda, «Recinto amurallado», enmarca la vida y el trabajo de la tierra. Le sigue «Vuelta de correo», larga y serena epístola a un amigo en la ciudad, en la que se retoma el motivo del menosprecio de corte y alabanza de aldea. «Barrio las eras», por su parte, significa el reencuentro con la infancia y la recuperación de lo más auténtico, mientras que, finalmente, «Camposanto», cumple con el homenaje a los antepasados y la familia. Como en un trazado en espiral, el libro se acerca desde esos diferentes escenarios al misterio de un mundo perdido, que sabe recrear y dar vida mediante los ecos de palabras y versos de una belleza casi inédita.