El valor de estas Cartas es muy notable pues contienen ese lenguaje directo, vivencial y coloquial propio del género, su propia vivencia del misterio de Dios, y la descripción de su itinerario espiritual. No pretenden tanto enseñar cuanto acompañar a sus interlocutores en su camino sacerdotal. Llevan, además, un mensaje de vida, inquietud apostólica y aliento a sus destinatarios. Y en su conjunto revelan una simbiosis con el sacerdocio mi-nisterial muy similar a la de Teresa de Lisieux con sus hermanos misioneros. Todo concretado en su vocación inspirada en san Pablo de ser “alabanza de gloria” del Dios a quien debemos amar y transmitir.