Aunque la tarea evangelizadora de la Iglesia no les competa exclusivamente a los sacerdotes, sino a todo el pueblo de Dios, el sacerdote desempeña, sin embargo, una tarea insustituible. Teniendo en cuenta que son el signo visible del amor del Corazón de Jesús en el mundo, cada sacerdote debe ser "un corazón que se con-mueva delante de las heridas y de los sufrimientos espirituales, morales y corporales de cada hombre o mujer a ejemplo de Jesús, Buen Pastor. Por ello los fieles tienen, derecho de buscar y encontrar en el sacerdote al hom-bre de Dios, al consejero, al medidor de paz, al amigo fiel y prudente y al guía seguro, en quien se pueda confiar en los momentos más difíciles de la vida para hallar formación, consuelo y firmeza. Pero también, en cada Igle-sia local, todos hemos de esforzarnos para que el Seminario sea una verdadera familia, una auténtica comuni-dad y semillero de discípulos, que vivan la alegría del seguimiento de Cristo y en la que resplandezca el Espíritu del Señor y el amor a la Iglesia