Nuestra sociedad, que pregona el amor líquido, maleable, a gusto del sujeto y de la ocasión, no confía mucho en el matrimonio porque no cree que existan tejidos sólidos. Este libro defiende el arte del tapiz, como en el mito de Aracne, porque Dios y el hombre trabajan al unísono en el telar del cuerpo y el tiempo humanos, y el matrimonio es la matriz donde se borda la imagen de ese hombre llamado a la comunión, convirtiéndose así en atalaya para observar el resto de sacramentos.