Edith Stein fue deportada a Auschwitz por ser judía, pero también por ser católica; pillada en una redada de judíos católicos en represalia por la carta pastoral de los obispos holandeses. Edith muere en solidaridad con su pueblo. Pero tampoco reniega de su alma alemana. Su conversión al catolicismo no fue ninguna ruptura pues muchos años antes había perdido el horizonte de una piedad judía, pero siempre reafirmará su pertenencia judía como cuestión existencial, y así, no dudará en escribir una carta a Pío XI, presentándose como “hija del pueblo judío” y como “hija de la Iglesia católica”, en la que profetiza lo que habría de ocurrir a su gente y también al pueblo cristiano.