La profundidad mística de santa Teresa de Jesús entraña un encuentro con Dios de un nivel excepcional, por ello nos volvemos a ella para conocer qué sentimientos, qué vivencias, qué intuiciones, qué penas y qué alegrías le produjo su cercanía con Dios. Una cosa es cierta: Dios es para ella no solo el Omnipotente, el Absoluto, el Eterno e Infinito, sino, sobre todo, una Comunión de Amor, semejante a un buen padre y una buena madre con sus hijos, parecido a un esposo y una esposa que se quieren de verdad, o a un amigo que es capaz de dar la vida por sus amigos. Por ello pudo exclamar: “Solo Dios basta”. Y también exclamar: “Para esto es la oración, hijas mías; de esto sirve este matrimonio espiritual; de que nazcan siempre obras, obras".