En “Asedios al interior del Castillo” el autor comparte con el lector una experiencia de vida íntima y profunda: ilusiones y anhelos, gozos y satisfacciones, pero también tensiones internas, oscuridades y desalientos, soledades fecundas. Nos ofrece Fernando Donaire un catálogo de señales escritas durante la última década en las que ha ido descubriendo, en el continuo proceso de volver a casa, la meta presente en el transcurso del camino de los años. La realidad es complicada, igual que las señales que van marcando el paso, pero son las que permiten reconocernos y vislumbrar hacia dónde nos dirigimos. Estos son los asedios, las señales, el tránsito que el autor ha ido recorriendo en su vida, en el largo recorrido de vuelta a casa después del invierno, y que constituyen una invitación a favorecer en nosotros una apertura a lo inesperado, a contemplar la vida desde la hondura del corazón.