Estamos en Burgos. Ciudad a la sombra o abrigo, según los casos, de una Catedral de encaje pétreo que, como sus gentes, todo lo filtran -fríos y soles, vecinos y forasteros- en clave acogedora. Ciudad que como reza la leyenda de su escudo, fue "primera en la voz y en la fe" de una Castilla capaz de expandir ambas más allá de los mares. Ciudad en nuestro caso, "Estación Termino" de una divina andariega de caminos: Santa Teresa de Jesús. De caminos exteriores entre fríos y lluvias, calores y polvaredas, pues lleva ya veinte años santiguando los de España entera. E interiores, hasta llegar a convertirse en guía indiscutible de la interioridad humana para conducirnos hasta el hondón de nuestra alma a través de las siete moradas de nuestro propio Castillo interior. Leamos estas páginas con un objetivo claro: Recordar aquella misión que con insistencia y por vía directa recibe la Santa del Señor para que levante aquí uno de sus Carmelos.