El título de este libro es tan sugerente como la misma parábola que evoca. No solo nos presenta la cara más tierna de la misericordia divina, sino que nos indica, sin lugar a dudas, dónde está el sentido real de la misericordia. Un sentido que que pasa por aprender la importancia de las necesidades de los demás, como lo más importante que hay que atender, frente al resto de obligaciones que la vida nos impone. Cada persona debe ir por la vida con la conciencia clara de ser un buen samaritano. Dios quiere que seamos nosotros los que intervengamos, los que nos paremos y ayudemos al otro, haciendo justamente presente a Dios siempre y en todas partes. En eso consistirá el juicio final.