Si Misericordia es el nombre de Dios, el de la Iglesia y el de los cristianos no puede ser otro diferente. Es el reto constante de la vida, de la fe: no olvidar ni perder de vista el Ser de Dios, del cual ha de emanar el ser y actuar del hombre. Pocos temas como el de la misericordia aúnan la experiencia con la acción, la dimensión contemplativa con la dimensión apostólica. Y es lo que principalmente se aborda en estas páginas: una perspectiva donde se integra la Biblia con la Mística, el dato revelado con la fe vivida y puesta en acto. No cabe duda de que la experiencia de Dios presente en la historia de la salvación se rige por la confesión de la fe: “Porque es eterna su misericordia”. El Dios misericordioso que nos invita a ser misericordiosos con nuestro prójimo.