A estas alturas, no vamos a poner en tela de juicio que la vocación a la vida consagrada es un don de Dios, ni tampoco que necesita la respuesta libre de las personas para ser mediadoras de la acción salvadora del Señor. También es claro que el mundo que nos toca vivir es diferente al que vivieron nuestros mayores. Es distinto, con aspectos positivos que no se daban antes y otros negativos que no se conocían en el pasado. Y también han cambiado los factores que creaban un clima favorecedor de las vocaciones a la vida consagrada. ¿Qué hacer en y con la vida consagrada? ¿Será la creatividad en la vida consagrada el rayo de luz que disipe las tinieblas del futuro, la dimensión humana que nos despierte hacia la sensatez? Se trata de hacer presentes nuevas actitudes, de superar el riesgo que implica la rutina, de crear en torno a nuestra vida una serie de preguntas en las personas que se relacionen con nosotros.