Siguiendo el esquema de san Ignacio, vivificado con la experiencia interior de santa Ángela, el ejercitante encuentra en las siguientes páginas cuatro semanas, en lenguaje ignaciano, o etapas en el camino espiritual. Un recorrido personal donde tras su proceso de conversión inicial comprende que tiene que ser radicalmente de Dios y para Dios, en palabras de Madre Angelita: “salimos de Dios y tenemos que volver a Dios; y el camino para llegar es Dios”, y que “no pensar más que en nuestro último fin, que es Dios y solo Dios”. Su existencia se tradujo en un ponerse a plena disposición de lo que la Divina Providencia le fuese mostrando y, por ello, comprendió por medio de una conversación que había que hacerse “pobre con los pobres para atraerlos a Cristo”.