¿Qué tienen en común una jovencita que vivió a finales del siglo XIX, que murió a los veinticuatro años después de haber vivido nueve en el Carmelo de Lisieux, y el P. María Eugenio, fallecido en 1967 con setenta y cuatro años, militar y sacerdote carmelita? “He comprendido la Misericordia; santa Teresa sintió su suavidad y yo siento su fuerza”. Con esta afirmación el P. María Eugenio nos revela la razón de su amistad con Teresa de Lisieux: el amor gratuito de Dios, un amor que ambos experimentaron y que ambos desearon anunciar a nuestro tiempo.