Marta, después de un periodo de interrogantes y desasosiego, en un viaje a Taizé (Francia) descubre una juventud con nuevas perspectivas. Pasa una dura prueba, entre sus ansias de vivir en Dios y su aparente lejanía, hasta que en una confesión experimenta el amor divino. Defiende con gran valentía los valores éticos y de la Iglesia en el ambiente universitario. Esta joven moderna, dinámica, comunicativa, buscaba la voluntad de Dios en su vida y se había ofrecido en las Comunidades para evangelizar como “itinerante”. Su oración más repetida era: “Señor, hágase”. El 21 de enero de 1992, después de preparar los exámenes finales y de hacer media hora de oración ante el Santísimo, fue abordada en el portal de su casa, recibió catorce puñaladas en un descampado falleciendo por defender la virtud de la castidad.